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En lo más callado de su mente y su corazón, Illya se permite un único secreto:

"Fue mía primero."

Hace años, en su día de permiso, ante las súplicas de su madre, Illya la llevó al teatro y pagó por los mejores asientos que pudo para que su madre pudiera ver el ballet: el interés de Illya habría acabado con la callada felicidad de su madre, hasta que la primera bailarina tomó su lugar en la escena y le robó el aliento.

No debía tener más de dieciséis e incluso a la distancia sus grandes ojos cafés atraparon su atención. Después, Illya no podría recordar cuál fue la obra que vieron, pero pudo aprender cada uno de los gestos de la балерина.

Cortejarla no es sencillo: aunque gana lo suficiente para mantener a su madre, no deja mucho para una bonita joven, y sus días de descanso son pocos y con mucho espacio entre sí. Pero cuándo puede la busca, con palabras calladas y siempre en la compañía de la chaperona de la compañía pero Gabriela ("Gaba", le permite, a susurros, su sonrisa traviesa y oh, el corazón de Illya amenaza con volverse pájaro con esa sonrisa) a veces escapa con él, toma su mano y, una vez, antes de que la compañía de ballet se vaya de viaje bajo el permiso de Tzar, entre sombras y escondidos entre vagones y baúles, Illya la besa.

(Gaba lo besa: Illya sabe lo impropio que es, no hubiera osado más de un beso en la mano, quizá suplicar un bucle de su cabello castaño: no están prometidos, no son nada, y no tiene cómo poder ofrecerle nada de lo que Gaba merecería... pero su Gaba es valiente y osada y es ella quién se para de puntillas, su pointe perfecto, y lo jala del saco para poder besarlo, prometiendo volver al terminar el verano, antes de cumplir dieciocho años).

Pero el verano termina y ella no vuelve y, cuándo empieza el invierno, también se detienen sus cartas.

Illya no la olvida y lleva el bucle de su cabello en un pañuelo, apretado contra su corazón, pero no puede dejar que esa incertidumbre lo robe. El invierno en San Petersburgo es duro y la tos de su madre es terrible: Illya finalmente consigue trabajo en la casa de un noble como guardia para la familia. Puede conseguir medicina para su madre, cambiar su abrigo raído por uno nuevo.

Cuándo vuelve a ver a Gabriela, ya no es una bailarina. El hijo menor del Duque vuelve finalmente del extranjero, y su señor y señora organizan una fiesta cómo no se ha visto antes en su palacio. A Illya y a los otros guardias se les comisiona nuevos uniformes e Illya consigue que su madre lo vea usándolo para hacerla feliz.

Y ahí, a orillas de la fiesta, convertido en una estatua cómo se requiere de él, es cuándo ve a su Gaba, pero ya no suya: siguen sus grandes ojos cafés, la delicadeza de su rostro. Pero ida la sonrisa traviesa que tanto adora. La ve del brazo del hijo menor de su lord, envuelta en tul y seda, su cabello con plumas y perlas.

Illya sabe que no hace ningún sonido, que nunca se lo hubiera permitido. Pero *algo* debe hacer porque los ojos de Gabriela lo encuentran y sabe cuándo lo reconocen, porque, por un momento no sólo hay reconocimiento, sino dolor, algo que quiere imaginar es casi una disculpa.

Pero, un segundo (una vida) después, ella deja de verlo y no vuelven a posarse en él.